Ocampo ha sido destituido. Baraja continúa sin convencer ni vencer. Podría seguir pronto a su compañero del baloncesto. Ambos desamarraron desde un idéntico puerto. La herencia recibida tenía un sabor dulce que invita a firmar el contrato. Dulce como el veneno. A Diego se le ha atragantado ese legado de Porfirio Fisac y pronto sabremos si el Pipo encuentra el antídoto para los sorbos de grandeza que legó Víctor Fernández.
Zaragoza es compleja para un entrenador. Pocos valen. Abós y nadie. Ni Jota, ni Joaquín, ni Casadevall, ni Curro, ni Chus, ni Quintana, ni Dios. Es un ciudad donde se antecede la tragedia. Donde sentarse y decirle al otro ‘te vas a caer’ a trecientos mil kilómetros de la piedra es una constancia enfermiza para que cuando se tropieza poder decir bien hinchado ese baturro ‘es que ya te lo dije yo’. Le ha pasado a Ocampo en su corta estancia en el Casademont y se arrima a ese precipicio el compañero del Real Zaragoza. Quizá no nos damos cuenta que con ese trasiego hacia la debacle la alentamos, avivamos un ronroneo que cala en el ambiente, se adentra en vestuarios y despachos, que presiona las piernas y las cabezas de los ejecutores por ese cague a la critica, recorta los tiempos de la paciencia. Pero la culpa es ajena. Siempre de otros.
Ambos recogieron ese testigo, mentiroso, porque sus predecesores no ganaron nada. Ni un título, ni un ascenso. Y ambos recibieron los mismos palos anteriores con una única diferencia decisoria, la ley del deporte, la victoria. Superaron la barrera y ganaron. Enhorabuena. Quizá a Víctor se le perdonó más por leyenda. Por el gol de Nayim, por el penalti de Alejo. En su marcha son Dioses, lo que ahora se necesita y no se tiene. Curioso.
Pero la Inquisición ha mutilado a un Ocampo hereje en todo. Nada le ha salido bien. Ni un calendario con algo de aire antes de la prueba de fuego, una Final a Ocho mal colocada, una meta que se olía como moraleja la temporada pasada y que se ubicaba como preludio ahora. Recordemos los pronósticos. Ni un duro se daba por ganar al Iberostar. Y se le ganó. Ahí cambió todo. Porque se elevó la moral para luego desparramarse inútil, el equipo demostró que podía hacer para luego olvidarse completamente de hacerlo, porque se lesionó Vit y Sulaymon y descompusieron los roles ya descompuestos y porque Thompson mostró a las claras que no era lo esperado. Mi pensamiento queda que cómo hubiera sido el final de temporada con Fisac con este cinco. Hasta tuvo suerte con el virus e ir a la Fase Final de paseo con los chavales.
Ante el AEK creo que Diego comete el mayor de sus errores. Luego ha tenido más, que no falte autocrítica, pero que no nos quedemos sólo en ella, en el ‘ya lo decía yo’. Pero entonces debió de mentirse a sí mismo, copiar al soez Vidorreta del día anterior y culpar a todos los demás, a los árbitros por permitir el rasero físico que sus jugadores no mantuvieron. Protegerles, ganárselo con infamias, con lengua de serpiente. Pero prefirió confiar en su ser, en su método y en su sistema, mirar al largo plazo. Con esa creencia murió, intentando recomponer un equipo que se le fue escapando de las manos, porque su plantilla, conocedora de esa herencia que le daba un brillo en el pasado, se sabía ganadora del duelo y no hizo mucho para cambiar lo que su entrenador pretendía.
Una herencia mentirosa porque no son todos los que están y mucho menos todos están como estaban, culpa de Ocampo y culpa de ellos. Porque falta el talento de un Carlos Alocén cuya ausencia proyecta más toda su futura y presente grandeza y el equilibrio interior que asumía Radovic. Los fichajes no consensuaron este butrón y la fama engulló a unos divos que se percataron de la debilidad del técnico para no bajar el culo y defender. Hablo de Ennis, hablo de DJ, hablo de Brussino.
Y si no tienes la confianza del grupo, y a mi me ha pasado como entrenador, la bronca termina siendo un boomerang que te impacta en la sien. Moncho Fernández o Pablo Laso pueden cagarse en los muertos más frescos de sus jugadores porque llevan años taladrados a sus banquillos, son incuestionables por razones de peso, por títulos o no, por compromiso, por CONFIANZA. Esa que se llevo Porfi a Canarias. Y Víctor a su retiro. Y solo quedó esa mala baba maña de la crítica primeriza para echar mas palada de mierda sobre el asunto.
Hay otro factor que se imprime en negativo. No hay público y se dice bien rápido ‘si el Felipe hubiera estado lleno…’ aventurando la borrasca que hubiera venido. Pero realmente pienso que ‘si el Felipe hubiera estado lleno’ las debilidades emocionales, el dejarse llevar, no hubiera sido permitido. Ni contra el Burgos ni contra el Unicaja se daría chance a la bajada tremenda de brazos que se vio. No tanto por la bronca, sino por el anterior aliento. El azote podría haber ido al entrenador, pero hubiera espoleado a los jugadores . Y seguro que antes hubiera habido apoyo y ánimos en le mal momento. Estoy convencido. Como ocurriría en La Romareda. Es un factor que, en esta ciudad, pesa mucho.
Pero ya está, al menos en el baloncesto. Al de futbol aún le quedan unos partidos de cocción. Se ha desperdiciado a un buen entrenador, a alguien que se hubiera preocupado en amamantar a la Generación Z, alguien calmado que no habría avivado fuegos internos, alguien que se ha equivocado, seguramente mucho, pero que ha querido ser él mismo, no una fachada, al que se le ha atizado con vehemencia desde demasiados frentes y demasiado pronto, elevando el nivel de presión al comparar por una herencia mentirosa cuando hace dos años se estaba eludiendo el descenso. Que pase el siguiente. A ver cuando tropieza. Ya lo decía yo.