HUESCA | Zona Zero Pirineos vive con intensidad el mundo enduro, sea organizando las extintas Enduro World Series o con la reciente Batalla del Inframundo. Esta edición tardó igual más de lo previsto: siete años.Y quizá ello llevó a vivir un fin de semana más intenso, festivo y deportivo. Pocos minutos después de que el reloj de la iglesia de Tierrantona marcara las 11.00, una enorme yegua marrón se abrió paso entre los más de trescientos participantes que esperaban a que diera comienzo tan singular fiesta al grito de “¡Gloria o nada!”.
Por delante, los ‘bikers’ afrontaron 1.000 metros de desnivel y 28 kilómetros, u otro más largo y exigente, de 1.500 metros de desnivel y 35 kilómetros, que se unieron en varios puntos a lo largo de la mañana, entre los que destacaron los dos avituallamientos principales, en la fortaleza medieval de Muro de Roda y en el pueblo de Humo de Muro.
Paradas obligatorias
El recibimiento fue de lo más esmerado con música medieval, interpretada por Os Fillos do Sobrarbe. Un puesto con huevos fritos y longaniza en el primero, y una divertida fiesta en el restaurante Las Bodegas de Clavería en el segundo, superaron todas las expectativas de los participantes que repetían gesta tras la edición de 2017 y dejaron boquiabiertos a aquellos que se incorporaban a La Batalla por primera vez, desde lugares tan dispares como Galicia, Comunidad Valenciana, Reino Unido, Alemania, Francia o Portugal.
Estos festivos avituallamientos son, precisamente, una de las señas de identidad de esta carrera, ya que los corredores están obligados a detenerse en ellos durante, al menos, 20 minutos, lo que propicia una convivencia única entre participantes. La otra, sin duda, es la espectacularidad de la recreación del ambiente medieval, que incluyó detalles como una enorme cabeza de dragón que asomaba desde el campanario de la iglesia de Muro de Roda -cedida por La Morisma de Aínsa-, un enorme ojo de Sauron en lo alto de la torre, o la aparición de diversos personajes medievales a lo largo de los recorridos, con los que los corredores estaban obligados a hacerse un selfie para validar la carrera a su llegada a la meta.
Pero si el sábado hubo dos elementos que los participantes destacaron sobre todo lo demás, fueron los impecables recorridos diseñados por Zona Zero y el mágico entorno del Valle de La Fueva. En este sentido, el Ayuntamiento de La Fueva se volcó totalmente con la organización de la prueba, facilitando espacios, recursos y personal humano, en un gesto más de unión por un territorio rural para cuyo desarrollo, la bicicleta de montaña lleva años funcionando como una locomotora esencial.
BTT para recuperar senderos
Y es que, más allá de lo meramente deportivo, el objetivo transversal de esta y otras grandes pruebas organizadas por Zona Zero Pirineos es poner en valor la riqueza natural, histórica y cultural de los territorios en los que lleva 12 años recuperando senderos, conexiones y antiguas historias. A esta manera de defender el territorio se han sumado, en esta ocasión, grandes marcas de renombre como Giant, Liv Cycling, Dainese, o Five Ten, todos ellos sponsors de esta edición de la Batalla del Inframundo, además de las empresas locales Cereales Arasanz y Vitalia Home, y Huesca la Magia.
Sobre las tres de la tarde, los primeros participantes llegaban a la zona deportiva de Tierrantona, donde la jornada se alargó hasta la noche, tras celebrarse los juegos medievales, la cena para los participantes y acompañantes, y la entrega de premios a los vencedores de cada categoría. En la categoría e-bike, Joan Vallés e Íñigo del Hoyo consiguieron los mejores tiempos en los recorridos corto y largo, respectivamente y, en la categoría femenina, fueron Diane Lescoulie y Silvia Fernández las vencedoras. En cuanto a la categoría de bici muscular, la que podría considerarse absoluta, Aubin Tourreil, Miquel Mateu, Rocío Ramírez y Patricia Van Egmond, fueron los más rápidos en los recorridos corto y largo de categoría masculina y femenina. Pese a ello, el ambiente en la entrega de premios dejó entrever que la auténtica victoria estuvo más ligada al disfrute de la jornada que a los tiempos del crono.