Psicólogo antes que entrenador. El patrón que manda en el Real Zaragoza después de cada cambio en el banquillo conduce al nuevo inquilino a una recuperación exprés del estado anímico. Si había alguna duda de lo tocada que estaba la plantilla zaragocista en el plano mental tras las ruedas de prensa de Juan Carlos, Raúl Sanllehí se encargó de despejarlas en la rueda de prensa de presentación de Fran Escribá: “El equipo tenía un peso emotivo, estaba atrapado y no daba su potencial. Necesitamos un golpe que gire a los jugadores, que estaban en una cueva oscura”.
Lo cierto es que esta situación parece un déjà vu con el diciembre del 2020. Hace casi dos años, Juan Ignacio Martínez tomaba las riendas tras las fugaces etapas de Rubén Baraja e Iván Martínez y estaba obligado a realizar una tarea similar con un vestuario roto emocionalmente. La Copa del Rey como debut provoca que ese recuerdo sea todavía más nítido, pues Fran Escribá comenzará su andadura como zaragocista de la misma manera el próximo domingo.
El Real Zaragoza regresa a esa escuela española de fútbol clásico con la contratación del valenciano. Retorna sobre unos pasos ya caminados hacia el fútbol moderno que Juan Carlos Carcedo acercaba con el Big Data como herramienta de cabecera. De hecho, en la hoja de ruta que estableció Raúl Sanllehí desde que aterrizó en la disciplina maña no estaba dar un giro tan brusco de timón, pero el tiempo apremia y la necesidad por revertir el momento actual es alta.
Duelo ante el Diocesano
Con un ambiente revitalizado en los primeros días de trabajo con el nuevo entrenador, la segunda unidad del bloque dispone de una prueba reivindicativa en tierras extremeñas. Para ello, Escribá recupera a efectivos importantes como Bermejo (lo conoce de su paso por el Celta) y enseñará sus cartas con la incógnita que supone no sentir el fuego real de cerca. El debut de Jairo Quinteros, la vuelta o no que evidenciaría su estado físico de Vigaray o la posible convocatoria de Guillem Naranjo, alicientes.